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El ornamento como confirmación del orden social (Reflexiones sobre el ornamento Parte 3 de 7)

  • Foto del escritor: Dasha Sánchez Maximova
    Dasha Sánchez Maximova
  • 30 dic 2015
  • 2 Min. de lectura

Funciones culturales del ornamento

Complementario al artículo Crítica al minimalismo, Reflexiones sobre el ornamento.

Cuando un individuo desea destacarse entre los otros, se genera el deseo de poseer herramientas no sólo más efectivas funcionalmente, sino también más bellas, imponentes o significativas, el ornamento se posiciona como símbolo de poder o estatus que confirma el orden social y simboliza la jerarquía de un individuo o un grupo, sobre los otros.

Fig. 2: Andrea I Appiani / Retrato de Napoleon (1805). Napoleon luce todos los ornamentos e insignias que lo legitiman como emperador.

Así, algunos objetos de acuerdo a su ornamentación, pueden ser clasificados como emblemas de poder o insignias (Fig. 1). En un texto bíblico se ve expuesto un contexto en el que esta aseveración se aplica.

Consagró a Aarón, de la tribu de Leví, otorgándole un derecho perpetuo, le concedió

dignidad para ministerio de su gloria; le ciñó los cuernos del búfalo y lo revistió con

manto de gala, le vistió ornamentos preciosos, insignias de poder y dignidad: (…)

Ornamentos sagrados de oro y púrpura. (Eclesiastés, c. 45, v. 6)

En algunas culturas, la ornamentación de este tipo salen del ámbito de la indumentaria o las herramientas, y buscan la permanencia como marcas indelebles sobre el individuo. Eso sucede con los tatuajes, cicatrices auto inducidas, deformaciones o perforaciones; que en muchos casos determinan un rol social entre los individuos de un grupo, pero otras veces pueden representar un saber adquirido que no desea ser olvidado. En las tribus maorí de Oceanía, la cantidad y forma de los tatuajes faciales de un hombre, puede asociarse con su edad, función social o experiencia (Jones, 1930, pp.15-16) (Fig. 2).

La confirmación del orden social mediante el ornamento, es aplicable también a las instituciones de poder. Haro y Baso (2004) menciona, por ejemplo, que en el barroco el espectador veía compensada en la exuberancia del adorno la precariedad de su día a día, de forma que las instituciones del estado y la iglesia confirmaban su jerarquía y se promovían como una promesa de felicidad y abundancia (pp.22-24).

Fig. 2: Gottfied Lindahuer / Retrato del jefe Tukukino (1878). Nueva Zelanda.

Fig. 3: Maros Mraz / Altar de la Iglesia de la Compañía de Jesús, Quito.

Ensayo académico

Extracto de tesis de Licenciatura en Diseño Bs. As. 2013 / © Edición especial para Sinergia Lab Quito:2016

 
 
 

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