¿Qué pasa cuando un partido abandona a su candidato presidencial a horas de terminar la jornada ele
- Pedro Avendaño G., PhD
- 6 mar 2017
- 3 Min. de lectura
Reflexión sobre el caso ID - Paco Moncayo
Pocos ven lo que somos,
pero todos ven lo que aparentamos
Maquiavelo

Una candidatura presidencial es el resultado de un acuerdo político sobre la base de la adopción de principios, objetivos comunes y sobre todo, una propuesta de visión que se propone a todo un país. Todo ello, puede o no traducirse en un programa de gobierno, aunque en muchos casos eso no es condición para ganar una elección. El abanderado presidencial aglutina en sí mismo todo ese bagaje y lo proyecta sobre la sociedad a la que pretende darle gobierno. En el caso reciente de Ecuador, la Izquierda Democrática -ID- que participó en la contienda electoral -resucitada apenas semanas antes de la jornada- ha declarado horas después de terminada la votación, en la que no obtuvo un resultado significativo, que su ahora ex candidato no representa el pensamiento de la ID puesto que él (el candidato) nunca fue afiliado a sus filas. Agrega, que deja a sus militantes en libertad de acción frente al balotaje que se realizará en los próximos meses. Por su parte el ex candidato, declara que él no votará nunca quien actualmente representa al gobierno, manteniendo una lealtad que ID no le profesa. Esto es sorprendente, la acción de la ID, por el cinismo con que actúa después de haber recorrido el país entero voceando las potencialidades, virtudes y valores del candidato Paco Moncayo. ¿Qué pasaría si hubiera resultado ganador?, la ID a la primera dificultad podría abandonarlo o incluso pasar a la oposición. Es poco probable, pero aún así sería menos réprobo que abandonar horas después a quien fue su líder. Esa acción pone en evidencia que Paco Moncayo nunca fue de verdad el abanderado de esa tienda política y que ésta o más bien sus dirigentes entienden el ejercicio político sólo como un instrumento de poder circunstancial y no como una propuesta de gobernabilidad basada en los más altos ideales del bien común. Se trata, simplemente de una estrategia ramplona, ubicada en el lugar común de los intereses de corto alcance donde afloran las pequeñas mezquindades de la naturaleza humana. Si bien ese Partido político ganó escaños en la Asamblea, cabe la duda de cómo será su actuación en los próximos años en la vida ciudadana y cómo su fragilidad ética eventualmente, puede determinar correlaciones de fuerza que terminen en una nueva ruptura de las aspiraciones democráticas de la nación.

Lo extraño de este caso además, radica en que la socialdemocracia -tendencia a la que pertenece la ID- ha buscado el equilibrio social a través de la recalificación del rol de Estado como agente regulador de bien común. Existen ejemplos notables de aquello en los países escandinavos y con críticas y todo, ayudó grandemente a la recuperación de la democracia en los países del Cono Sur en los años ochenta y noventa. En el mismo Ecuador, influyó en los cambios sociales, colocó en la agenda pública reivindicaciones sentidas por los sectores más vulnerados en sus derechos y logró suceder a un gobierno en extremo autoritario, el de Febres Cordero, haciendo que la vigencia de los derechos humanos fuera la columna vertebral de su gobierno. A la distancia de los años, no hizo una mala gestión y Rodrigo Borja ocupa una posición más que honrosa en la historia política de Ecuador. Por eso, sorprende la actitud de los dirigentes del partido, sorprende ese cinismo para desembarcar a quien fue su candidato, porque pareciera que sólo se trató de un movimiento táctico de la mayor utilidad, pero falto de ética para consigo mismo y sobre todo, inconsistente para con la nación, la que independiente de la votación, legitima en el acto de la votación a todos quienes participan de la contienda electoral. Ojalá recapaciten, hagan honor a su historia y no se auto borren del mapa político nacional, aunque si eso pasa, bien merecido lo tienen. Wilma puede estar tranquila en su escaño legislativo.
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