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El aterrador silencio ante las Clínicas de des-homosexualización

  • Pedro A. Avendaño, PhD
  • 6 jun 2017
  • 5 Min. de lectura

Donar aquí: https://www.generosity.com/fundraising/let-s-bring-lgbti-awareness-to-ecuadorians

Links de referencia:

Too see 'Until You Change visit www.paolaparedes.com

www.causana.org

https://www.sinergia-lab.org/

http://www.flacsoandes.edu.ec/libros/digital/54...

http://nacla.org/news/2015/03/25/until-you-chan...

http://www.eltelegrafo.com.ec/noticias/columnis...

https://www.theguardian.com/global-development-...

 

Desde hace milenios que el fascismo camina por las calles de la humanidad y de vez en cuando asoma, con más violencia, actuando contra los seres más vulnerables, no solo de pobreza material, sino aquellos cuya voz es de minoría y por lo mismo, pudieran ser aplastados y desterrados para siempre jamás de la faz de la tierra. Cuánto sufrimiento, cuántos asesinatos consumados y cuánta tortura en nombre de lo que debe ser.

 

Resulta aterrador siquiera pensar que existen clínicas para tratar la homosexualidad, pero más aterrador es la negación sistemática de su existencia, porque esto último habla de una sociedad cuyo horizonte no es el ser humano, sino la funcionalidad a ciertos preceptos que deben conservarse en nombre de quién sabe qué, pero que tienen un peso tan grande en el inconsciente colectivo, que se convierten en una verdadera norma moral a costa por supuesto de las personas que son víctimas de aquello. Particularmente grave es la visión que asume el Estado, que siendo el rector del bien superior y responsable de velar por el ejercicio pleno de los derechos individuales y colectivos, se sume a terreno común de la negación, como si la declaratoria de ilegalidad impidiera automáticamente la existencia del fenómeno.

En algunos países de América Latina, grupos evangélicos, católicos y políticos actúan al unísono exhortando a la sociedad y conminando al Estado para que destierre de sus preocupaciones todo aquello que huela a derechos de la población gay, como si se tratase de una lacra horripilante que debe pagar incluso con el asesinato, su condición o elección. Desde hace milenios que el fascismo camina por las calles de la humanidad y de vez en cuando asoma, con más violencia, actuando contra los seres más vulnerables, no solo de pobreza material, sino aquellos cuya voz es de minoría y por lo mismo, pudieran ser aplastados y desterrados para siempre jamás de la faz de la tierra. Cuánto sufrimiento, cuántos asesinatos consumados y cuánta tortura en nombre de lo que debe ser. Pero resulta que la vida no se quedó encerrada en un escapulario, ni en las cuentas del rosario, ni en el Corán, ni en los misterios de San Pablo; salió a caminar suelta de cuerpo y llena de humanidad y se encarnó en uno y otros, unas y unas y unos y unos, y los dejó ir por la tierra con las mismas manos y ojos que todos porque TODOS son uno con el universo. El mismo polvo de las estrellas cubrió el cuerpo y el espíritu de todo lo humano y lo convocó a esta caminata.

Con ello quiero decir, que los derechos de unos, son los mismos derechos de los otros y si ha existido un avance importante en el s. XX, fue el de reconocer primero en la Declaración Universal de Derechos Humanos y luego en los Pactos Civiles y Políticos, así como otros instrumentos de derecho internacional, la preeminencia e inmanencia de la persona humana por sobre cualquier condición. Los Estados a nombre de sus naciones se apresuraron, no sin cierto recelo, a reconocer las diferentes convenciones, pero en lo concreto, poco o nada se ha hecho. La misma violencia que nos asusta de ISIS es la que se aplica a las personas que han hecho una elección diferente, la misma violencia que escandalizó al mundo en el atentado a Chalie Hebdo en Francia, es equivalente a la exclusión y a la siniestra idea que padres, familiares cercanos y aún esposos internen a parientes en centros de salud para transformar su naturaleza.

Por supuesto, que en la mayoría de los países, los Estados niegan esta realidad y argumentan sobre su adhesión a los actos fundamentales que preservan y persisten en los derechos de las personas, incluso funcionarios se asombran de estas realidades y hasta pueden prometer fiscalizaciones y castigos ejemplares a quienes detenten, dirijan y mantengan programas de esta naturaleza, pero la verdad es que se trata de una realidad en la que es más cómodo mirar hacia el lado y frente a la evidencia, entonces la respuesta es tirar la pelota, traspasar responsabilidades y quedarse en el yo no fui.

Hace poco, pude ver concluido el trabajo de investigación de la fotógrafa ecuatoriana Paola Paredes, asociada a Sinergia Lab, sobre este tema, clínicas de salud que ofrecen, soterradamente, al margen de la ley y de la legalidad de las funciones que el Estado autorizó originalmente, programas para la des-homosexualización; es una investigación independiente, rigurosa, organizada sobre testimonios reales y protección de fuentes. En este contexto, la misma fotógrafa ha hecho una re-interpretación de imágenes y ella misma ha encarnado a las víctimas en un intento de hacer que esta patria conozca, se conmueva y reivindique a las víctimas haciendo programas, proyectos y políticas de protección, educación, conciencia y lo más importante, haga un esfuerzo real de integración y ejercicio activo de los derechos consagrados en los instrumentos internacionales.

Cuando ya ha transcurrido un cuatro del S. XXI y el propio Ecuador señala en su discurso público que ha llegado la era de la información y la educación a esta patria, resulta extraño que todavía la gente deba salir del clóset para poder vivir una vida real, sometiéndose a toda clase de infamias y miradillas de reojo. La existencia de estas clínicas que violentan grandemente la concesión que el Estado les ha otorgado al darles autorización para atender la salud de la población, debería escandalizar activamente al Estado, a las familias, a los organismos seccionales y en general a todos nosotros. Como se diría en derecho, se trata de un crimen de lesa humanidad, una injuria a la dignidad humana y como tal, debe combatírselas. Pero en cambio, lo que se hace, es escandalizarse que una mujer aborde estos temas, buscar la letra chica y argumentar mañosamente que se trata de imágenes que no son reales, sino recreadas como si todo aquello le restara validez a la denuncia. Eso es como pegarle al mensajero por el mensaje que trae.

El género humano es capaz de lo sublime y de lo grotesco, conviven en nuestro espíritu el bien y el mal como la cara y el sello de un moneda, la gracia es que sea la luz la que prevalezca y no la oscuridad y en tal sentido, lo más revolucionario resulta la instalación en el más alto del ejercicio de los derechos humanos, el respeto a la supremacía de la vida sin condición. Cuando eso pase o a lo menos nos acerquemos, todos podremos mirarnos a la cara sin la vergüenza de callar ante esta injuria que agrede lo más profundo de lo humano.

Que siga la investigación y las fotos y los reportajes y los documentales y las charlas y los debates…

 
 
 

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