La democracia, ángel caído
- Pedro A. Avendaño G.
- 3 mar 2017
- 4 Min. de lectura
Mis compatriotas miran como las bestias
perseguidas por los perros rabiosos. Mis compatriotas
tienen la piel estremecida por el miedo.
Mis compatriotas nadan en el miedo [...]
(Aguirre 1935: 96).
Todo gran hombre posee una fuerza retroactiva; por él toda la historia vuelve a ponerse de nuevo en la balanza y mil secretos del pasado salen de sus escondrijos, situándose en su Sol. Friedrich Nietzsche, La Gaya Ciencia, § 34
Como si fuera una novela del más agudo realismo mágico, la democracia que hemos ido construyendo se cae en los discursos vacíos de esperanza y llenos de poder. Hoy, he escuchado atónito la amenaza que se cierne sobre este país de la mitad del mundo, “Si yo no gobierno, si yo no estoy en el poder, si se portan mal, entonces invocamos la muerte cruzada, llamamos a elecciones y yo me presento y les gano de nuevo”. Es posible que por vergüenza, o por un último arrebato de decencia ello nunca ocurra o porque simplemente, la ciudadanía diga basta. El problema mayor es que se configura una democracia tutelada por una sola persona que ha sumando todos los poderes para sí mismo. Lo que parece increíble, es que en pleno s. XXI, cuando el derecho internacional y la primacía de la persona humana son defendidos por todos los Estados y gobiernos, aunque en muchos casos eso no se cumpla, aquí se atropella la integridad de la nación y de las personas que se ven sometidas a una voluntad, a una conducta, a una forma de mirar el desarrollo del país. Aquí, se ha perdido la densidad de la democracia y se ha quitado la sutil, pero tajante división entre el partido gobernante y el Estado, de esa manera, el gobernante simplemente hace abstracción de la nación, de los derechos individuales y colectivos para imponer su voluntad. Lo trágico, es que personas inteligentes, con capacidad para desarrollar pensamiento crítico, con acceso al conocimiento, van anulándose a sí mismas para servir al jefe y darle soporte de todo tipo a esa voluntad, a sabiendas que el temperamento no basta para configurar a un estadista y que por el contrario, se somete a millones de personas a la nueva esclavitud del silencio, de la exclusión, de la humillación o de la autocensura por miedo a la judicialización de su opiniones.
Obra de Antonio Segui
A veces se piensa que hacer una carretera es igual a gobernar o que por instalar agua portable o por tener electricidad debe ser aplaudido y hasta reverenciado. Definitivamente no es así, es obligación de un gobierno allegar obras de adelanto, desarrollo y bienestar para su pueblo. Esa es la norma, eso es el sentido común, porque lo contrario es utilizar la obra pública en beneficio de una causa que bien sirve para lo que tantas veces vemos, crear clientela política, una suerte de mansedumbre social que permite mandar sin contrapeso. Sólo una arquitectura de esta lógica es la que permitiría explicar la amenaza de una muerte cruzada si es que el jefe es desobedecido.
En los años setenta y ochenta, en medio de las tragedias de las dictaduras del cono sur, a veces, teníamos tiempo para reírnos de los títulos que los dictadores se ponían a sí mismos. Uno de ellos, le gustaba llamarse Capitán General y creó una ley para que nadie más pudiera asumir ese grado y denominación. Décadas más tarde, en algunos países, sin que se llamen a sí mismos de esa forma, algunos reclaman para sí títulos casi honoríficos y consideran una falta grave que no se les rindan los honores de rigor, que no se los aplauda, que nos se los alabe. Al igual que esos dictadores, hacen que muchos guarden sus dineros en los bancos locales, pero ellos sacan sus millones a bancos extranjeros, no vaya a ser que por estas tierras pase algo.
La democracia, como un ángel caído, ve cómo se amañan las leyes para la perpetuidad en el poder con un agravante aún más pernicioso, la corrupción como forma de comprender el universo de los estados nacionales. De esa forma, en A. Latina lo que tanto ha costado, retrocede, cede y se quiebra para dar la razón a los que siempre vieron en las más caras formas del capitalismo, la única posibilidad de convivencia para el desarrollo.
Muchas izquierdas renovadas y las del nuevo siglo traicionaron la esperanza, aunque ellas digan que lo único que no nos debemos dejar arrebatar es la esperanza.
Obra de Antonio Segui
Todo gran hombre posee una fuerza retroactiva decía Nietzsche, por él toda la historia vuelve a ponerse de nuevo en la balanza (…) Pareciera que de esos hombres quedan pocos, muy pocos; eso no es cierto, quedan muchos, pero son anónimos, no andan en campaña y tampoco son los protagonistas de la historia, son más bien los que la padecen. Esos son los verdaderos héroes de este tiempo, son aquellos que entrelazan los invisibles hilos de la historia para impedir que eso siga desarrollándose, ellos impedirán que la muerte cruzada y otras amenazas sigan rondando por este Ecuador infinito.
Nota del editor: Este artículo ha sido ilustrado con obras del artista argentino Antonio Segui, para saber más de él, puede acceder su sitio oficial haciendo click en las imágenes o aquí.
Cada uno de nuestros artículos estará acompañado de obras de ilustres artistas latinoamericanos, esperamos que las disfruten.
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